viernes, 13 de marzo de 2015


LA VIRGEN DE LOS SICARIOS


NO SE ME HABÍA OCURRIDO


Hoy no sé cómo empezar, la facilidad como el autor trata el tema de la religión y de la homosexualidad, me sorprendió, su forma de manejar  la fe;  me dejó pensando que cómo los seres humanos tenemos la necesidad de creer en algo, ya sea la religión, la muerte, qué sé yo. Sin duda la religiosidad nos da pauta para entender que la vida y la muerte son algo que ahora tenemos pero mañana quién sabe, se me hace que el autor trata de mostrarnos con sus personajes el pesimismo de la vida. Me queda la duda si el autor ve a los niños sicarios como ángeles o no sé, ya que al recordar que su objetivo era proteger matando a quien sea sin conocerlo, sólo por el hecho de, aparentemente, defender, ya que la frialdad con la que asesinan sin que esto los lleve a nada más que a su misma muerte.
El autor trata la fe católica como puras mentiras y nos hace creer en mitos, esa parte no me gustó mucho porque entonces qué pasa con lo que me han inculcado mis padres ¿Serán sólo mentiras? Mi fe será poca, talvez no lo he entendido, es difícil que por una parte  oremos por la paz y entender que hay personas que piden para poder matar a otro, sí que es un tema muy difícil.
Pero y ahora que me adentro en pensar el tema de los homosexuales, que es el otro eje de la historia, también me encuentro en una disyuntiva: ¿Qué papel juega la sociedad? Por una parte son personas que tienen que adaptarse a esta sociedad que no termina de aceptarlos ni ellos por incorporarse ni aceptarse a sí mismos, como sociedad somos crueles no pensamos si herimos sentimientos, sólo vemos la parte exterior de estas personas y no me gusta ser parte de esta sociedad excluyente, sin miramientos, pero también me pregunto ¿Qué puedo hacer?
Lo que me preocupa un poco es que si no tenemos valores, no vamos a cambiar la historia seguiremos en la falsa fe y en la ignorancia y la discriminación.
En realidad me gustó la historia pero creo que me hace falta madurez para entender el tema ya que no entiendo la homosexualidad, la religión creía que estaba bien, bueno, no tanto, siempre como que me la impusieron y la muerte pues, eso sí, que no se me había ocurrido. 

SAIR GÓMEZ NAVARRO
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LA SEÑORA ENVIDIOSA

Cuando mi bisabuelo vivía, se fueron a vivir a una vecindad en la cual tenían una vecina con dos hijas y su esposo, pero la señora era muy envidiosa; la comida que ya no se terminaban, prefería tirarla al drenaje y no dársela a los animales, tenía arboles de fruta y por no convidar, la dejaba ahí y se echaba a perder.

Un día, la señora se enfermó hasta el grado de fallecer, después, los vecinos decían que por las noches se escuchaba como si un cochino estaba en el drenaje del patio, pero nadie salía a ver qué era.

Un día, mi bisabuelo llegó muy tarde de trabajar y cuando iba entrando, vio a la señora que había fallecido, junto al drenaje, pero su cuerpo era como el de un cochino y le dijo a mi bisabuela que nunca se le ocurriera salir por las noches al patio.

Después, las hijas de la señora, en la noche, escucharon los ruidos que decían los vecinos y se asomaron por la ventana y vieron que era su madre, le dijeron a su padre y decidieron hacerle una misa; después mis bisabuelos decidieron irse de ahí.

                                               

Adamari Veral González 
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LA CUEVA
Montaño Carrera Guillermo

En un pueblito de Oaxaca llamado Santa María Chichotla, hay varios cerros, pero hay uno en especial donde se encuentra una cueva. Un día, unos extranjeros escucharon muchas cosas de la misma y una de ellas fue que, supuestamente, adentro había dinero, entonces los extranjeros querían saber si era cierto, así que se decidieron y entraron. Se escuchaban pisadas de animales y uno de los dos mejor decidió salir, el otro seguía caminando hasta que llegó a un punto donde se encontró a una especie, que según, sólo existía en los cuentos.
Era un centauro (mitad hombre y mitad caballo), el cual le preguntó qué deseaba, que él podía darle todo lo que quisiera a cambio de su alma, el extranjero espantado corrió hacia la salida, pero casi al momento de llegar, se cerró la cueva y nunca se volvió a saber nada de él.
Desde entonces nadie ha in tentado entrar a ese lugar porque saben a lo que se enfrentarán.

Montaño Carrera Guillermo 
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QUEMA UNOS CHILES

Cuenta mi abuelita que un día su abuelo venía de la colonia del otro lado del río y entrando al río vio una señora vestida de blanco y como su papá era bien “coscolino” diría: “Ya se me hizo”. Entonces, al acercarse, ella, lo llamaba aplaudiendo y con las puntas del reboso, pero al darse cuenta que ella no se mojaba los pies, le dio miedo y decidió correr una cuadra hasta donde vivía.

Al ver que la mujer lo seguía, corrió hasta su casa y le gritó a su esposa: “Vieja, vieja, ábreme la puerta que me vienen siguiendo" y cuando le abrió la puerta, le dijo: “Quema unos chiles, que no le haga daño a la niña para que no nos agarre el aire, que me viene siguiendo La Llorona” y quemaron los chiles.
Martínez Hernández Juan Pablo

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LA CUEVA DEL FALSO ORO

Cuentan que hace unos años, en una típica salida nocturna de un tío abuelo, se encontró con una cueva; de donde él es, no es bien visto que se metan en ese tipo de lugares porque se cree que están malditos o ahí resguardan ciertos demonios.

Pues mi tío, después de que una mujer muy bonita le pidiera ayuda para sacar “Su oro” que se encontraba dentro de la cueva, decidió ayudarla. Dentro encontraron una gran cantidad de oro, la mujer solo quería que la ayudara a sacar una olla de oro. Ya afuera, le dijo que podía tomar todo lo que quisiera. Mi tío decidió solo tomar una pequeña cantidad que guardó en sus bolsas. Pero planeaba regresar con más de mis tíos para que pudiera llevarse todo lo que había ahí.

Antes de llegar a la casa de mi bisabuela pasó a la tienda para comprar cervezas y refrescos para celebrar. Cuando iba a pagar, lo único que sacó de su bolsa fue una putrefacta tierra y carne cruda.

Desde entonces ya no ha vuelto a ese lugar, ni mucho menos, a salir tan noche.

José Alejandro Hernández Jiménez

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LA BRUJA DE SAN NICOLÁS TETIZINTLA

Hace muchos años, en Tehuacán, en la colonia de San Nicolás Tetizintla, mi tía estaba embarazada y llegado el momento de aliviarse, doña Rosa empezó a preparar las cosas, pues ella era partera; entonces, ya estaba a punto de nacer mi primo. Como ella lo hacía de la manera tradicional, puso listones rojos por todo el cuarto, escapularios, tijeras en forma de cruz y agua bendita.

Una vez que terminó de hacerlo, se dedicó a ayudar a mi tía para que al fin diera a luz al bebé, de pronto sacó rápidamente a mi primo y le cortó el cordón umbilical y lo enredó en cobijas para cubrirlo del frío, entonces empezaron a escuchar rasguños y ruidos raros en el techo del cuarto.

Cuando menos se dieron cuenta, la bruja andaba rondado el cuarto para llevarse a mi primo, entonces lo protegieron bien de todo y mi abuelita lo abrazó fuerte para que la bruja no pudiera hacerle nada al bebé, tanto mi tía como mi abuelita se llevaron un gran susto por la presencia de la bruja, pero afortunadamente no les pasó nada, ni a ellas, ni al bebé.

Flores Martínez Airam Anaid

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jueves, 12 de marzo de 2015


CERRO DE LAS CAMPANAS

Mi abuelo vivía en un pueblo llamado Cuateconsingo, municipio del estado de Guerrero, en ese pueblo estaba una capilla que tenía dos campanas hechas de oro puro, habían sido donadas al templo por una señora llamada María Sahualsen; como había una muy buena relación con mi abuelito, le dijo que él era la persona elegida para hacerse cargo de la limpieza del templo y vigilar que las campanas estuvieran en perfectas condiciones.
Un día mi abuelito fue a realizar sus labores, cuenta que como estaba muy entretenido con la hojarasca, no sintió cómo el tiempo pasó cuando de repente, observó que llegó al pueblo un grupo de personas extrañas que se dirigieron a las campanas, pero ellos no se percataron que él estaba cerca. Las personas, al ver que mi abuelo se encontraba ahí, se hicieron los despistados, le pidieron un poco de agua y comida.
Él, al ver que no era gente maligna, se compadeció de ellos llevándolos a su hogar, para así proporcionarles lo que necesitaban. En el transcurso de las horas le dijeron que si se podían hospedar ahí para no pasar fríos y poder descansar un poco.
El aceptó, sin saber lo que ocurriría a media noche. Como terminó agotadísimo, se quedó profundamente dormido que ni cuenta se dio a qué horas los desconocidos se habían marchado.
Al día siguiente se dio cuenta que las personas ya no se encontraban, entonces, preocupado, corrió a la capilla para checar si todo estaba en orden. Pero grande fue su sorpresa al darse cuenta que faltaban las campanas. Corrió a informarle a todos, como era una comunidad organizada pero más que nada, unida, con armas, fueron en busca de los maleantes, siguiendo las evidencias que habían dejado fueron hacia una peña que tiene una grieta. Ahí estaban las dos campanas y las personas que las habían robado.
Al ver eso, corrieron a detenerlos, cuando de repente observaron que las campanas se empezaron a elevar hacia la peña quedando encantadas, se asombraron tanto que ya ni de los maleantes se acordaron. Las campanas se quedaron para siempre encantadas y cada vez que es año nuevo, repican. Sólo el que tiene suerte las logra escuchar. Y es por eso que el cerro se llamó el Cerro de las Campanas.

María de la Luz Romano García

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EL DINERO DEL SUEÑO

Un día mi abuelita Rosa estaba cansada porque estaba haciendo los preparativos para todos santos y decidió acostarse a dormir, al poco rato, fue a alcanzarla mi abuelo Mateo. Mi abuela tenía su mano derecha colgando de la esquina de la cama, de repente sintió, que alguien le estaba jalando su mano, escuchó que alguien le decía que tenía que buscar el dinero que estaba debajo de la cama. Mi abuelita, espantada, despertó a mi abuelo diciendo que se levantara para buscar el dinero del sueño, él se extrañó.
Mi abuela, ya decidida, salió y en la esquina de su patio, vio a dos niños que la miraban y ella le habló a mi abuelo y él la miró extraño, ya que no vio a nadie.
Y a la mañana siguiente mi abuelito se fue al pueblo con su compadre Juan y mi abuelita estaba con sus nietos en su casa, mientras que los niños cenaban, ella fue a buscar un pico y un pala y empezó a buscar el dinero del sueño pero no lo encontró porque le dijo a su esposo y a sus nietos, para encontrar el dinero no le tenía que decir a nadie.

CARMEN LUNA PÉREZ
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CUIDANDO SU PERTENENCIA

Todas las noches en la cocina de mi abuelito se aparecía una pequeña flama en el suelo, él trataba de apagarla pero no se podía. Un vecino le dijo que rascara porque había algo enterrado.
Un día, mi abuelito empezó a rascar y se dio la sorpresa de ver una sombra frente a él, le entró miedo y volvió a tapar el hoyo y la sombra siguió su camino.
Hasta la fecha sigue viendo la sombra y la luz en su cocina, los vecinos le cuentan que a lo mejor la sombra cuida lo que hay bajo esa luz. Mi abuelito dice que él ya se acostumbró a ver la luz y la sombra caminar toda la casa.

Un día me quedé a dormir con él y tuve la sorpresa de ver la sombra pasar y ver la luz en su cocina y hasta estos días se sigue viendo la luz y la sombra.

Adán Alfonso Ramos Flores
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miércoles, 11 de marzo de 2015

EL DINERO ENTERRADO

En la época de la revolución, los dueños de las haciendas ocultaban dinero, en hoyos cavados en el suelo, pero no lo enterraban cerca de la hacienda sino que iban a lugares que se encontraban alejados de ellas, para que así no lo buscaran y les costara trabajo saber el lugar donde era ocultado.
La historia, según mi bisabuelo, es que había un lugar en el pueblo en el que se encontraba dinero oculto, el aseguraba que conocía al dueño de la hacienda porque una vez trabajo con él.
Una noche, el dueño salió de la hacienda, dice mi bisabuelo que lo vio muy de mañana en su caballo con un pequeño costal que cargaba en la mano y que se dirigía rumbo a una barranca.
Pasado un tiempo, al hijo del dueño lo mataron, en ese entonces mi abuelo ya no trabajaba en la hacienda pero vio al niño crecer por lo que lo conocía así que fue al velorio del joven. Después, el señor a cargo de la hacienda murió sin herederos; ni a sus trabajadores, que ya eran pocos, no les dejó ni dio nada.
Con el paso del tiempo, mi bisabuelo, se casó y tuvieron hijos que crecieron, se casaron y también tuvieron hijos. Una de ellos compró un terreno en el que construyó su casa junto a su esposo y tuvieron una familia, lo extraño es que dice mi tía que todas las noches escucha el trote y el relincho de un caballo que pasa por la calle, luego se escuchan los pasos de un hombre que aparentemente rasca en el patio, pero al salir, no hay nadie.
Mi mamá también dijo que de pequeña le contó un tío de ella, que en un terreno casi a las orillas del pueblo había dinero enterrado pero nadie le hacía caso por lo que nunca rascaron para desmentirse.
Y se cree que ese dueño de la hacienda al que conoció mi bisabuelo dejó su dinero justo en donde se convertiría en la casa de mi tía, pero que no pueden sacar porque al morir el dueño y no hablar con nadie acerca del dinero, quedó como un alma en pena y pide a cambio la vida de un familiar de mi tía para que así les diga en donde está el dinero y lo puedan sacar. Hasta ahora mi tía no ha aceptado porque dice que prefiere a veces no tener dinero que entregar a alguien.
Hasta ahora los únicos que saben del dinero en el pueblo son dos familias los “Herrera” que son familia del esposo de mi tía y los “Hernández” por parte de mi tía, hermana de mi mamá.      

Alonso Ortiz Hernández

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LOS PEDAZOS DE CARBÓN

Mi tatarabuelo y otros hombres, un día estaban escarbando para poder hacer los cimientos de la casa que iban a construir y se encontró unos pedazos de carbón, los alzó y buscó un frasco para guardarlos. Luego fueron a la cantina y los puso en la vitrina en la que tenía los vasos y los dejó.

Después de tres o cuatro días, los pedazos se habían convertido en monedas de oro y se sorprendieron, entonces regresaron a seguir escarbando para ver si encontraban más pedacitos de carbón, pero en balde, porque no encontraron nada.

Juan José Luna Martínez

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UN PELIGRO DE LA NOCHE

Mi abuelo, nos decía que cuando fuera de noche, no saliéramos solas de la casa, porque ya hacía mucho tiempo, en su pueblo, había un ser que se robaba a las muchachas.
Nos contó, que estaban en la casa de su compadre, pero antes para tomar agua iban a un pozo a recogerla, entonces el compadre, mandó a su hija a traer agua y la muchacha salió de la casa. Eran como las nueve de la noche, pasaron cinco minutos, media hora y así se fue el tiempo, hasta que la mamá preguntó si ya había llegado la chica y le dijeron que no; preocupados, salieron a buscarla, pero no la encontraron.
Al otro día la siguieron buscando y la encontraron en un maizal, estaba desnuda y llena de marcas y raspones.
Después se siguieron dando más casos así, pero sólo se llevaba a las mujeres y a algunos animales, por eso es que en la actualidad, cuando vamos a su pueblo no nos dejan salir de noche. Pues dicen que aún anda el nahual, buscando mujeres para llevárselas.


Ana Patricia Hernández Velasco  
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LA TICHANILA

Este relato data de la época de cuando mi bisabuelo tenía treinta y cinco años. Él iba cabalgando con su caballo en el estado de Chiapas y el pueblo se llama Agrónomos Mexicanos, había salido de trabajar, ya iba de camino hacia su rancho y de repente vio junto a un árbol gigante, una señora vestida de negro, y él cuenta que se asustó mucho al verla porque era de noche y ya casi no salía gente ya a esas horas.
Entonces trató de pasar desapercibidamente y volteó a ver la cara de la señora de negro y dice que no tenía cara y se asustó más; entonces hizo que su caballo corriera más rápido. Llegando a su rancho, les contó a todos sus hijos y a sus amigos.
Al día siguiente unos de sus amigos le dijo que esa señora que vio, era una bruja que buscaba los árboles más grandes de los pueblos y que allí se ponía a llorar. Mi bisabuelo se espantó más al escuchar esa noticia y en la tarde que llego a su rancho, le contó a toda mi familia lo que era esa señora que vio en esa noche, la cual le dieron el nombre de “La Tichanila” y todas las noches que pasan, ven a esa señora llorando.

Alejandro Cedeño Zapata

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EL DUENDECILLO

Me contó mi abuelita que cuando era joven y tenía crisis económica, ya que tenía que mantener a sus cuatro hijos y no podía, así que el único que trabajaba era mi abuelo y se habían cambiado de su casa porque le subieron la renta y ella no le alcanzaba. Se cambiaron a una vecindad, la casa estaba espaciosa pero muy barata y las señoras que vivían ahí habían dicho que había un duende.
Mi abuela no tenía de otra, se pasaron a vivir ahí porque era muy barata. Con el paso del tiempo le empezaron a esconder las cosas y a hacer maldades, creía que era su hijo el chico, pero ellos, por lo regular, no estaban, ya que se iban con su abuela y ella, como no tenía dinero, se quedaba a hacer quehacer.
Un día como todos, se angustió mucho, porque no encontraba trabajo y así pasó mucho tiempo, hasta que un día vio que había un caminito de piedras en el patio, pensó que eran sus hijos, pero no, lo siguió y para su sorpresa, no había nada.

Al día siguiente se despertó sin ánimo, cuando se fue a lavar la ropa, se le cayó un calcetín que no era de nadie, se encontró con muchas monedas que se le había perdido y cosas como anillos y collares de oro. Los vendió y así ya tenía un dinero extra, mas aparte, el que le daba mi abuelo.
 Así se estuvo un buen tiempo hasta que encontró un trabajo y decidió irse de esa casa a vivir a otra. Nunca se me va a olvidar, que gracias a la bolsita con dinero le fue muy bien.

Luisa Alain Armenta Bautista

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EL PERRO GUARDIÁN
 Álvaro Daniel Águila Ordoñez

En un día común y corriente, a mi bisabuelo lo había invitado su amigo a una fiesta que fue organizada para celebrar el nacimiento de su hija, pero en ese entonces todo era terreno, tenía que caminar mucho y atravesar un puente, ya que había un río que estaba muy profundo y tenía mucha fuerza, básicamente se tardaba en llegar al pueblo como una hora.
Él se fue de su casa a las cinco de la tarde para llegar a la fiesta que comenzaba a las seis y cuando llegó le presentaron a la niña, le sirvieron de comer y bailó un poco, pero después empezaron a tomar, pero su costumbre era servirse puro pulque, así que se emborracharon. Después oscureció muy rápido y él se tenía que regresar a su casa.´
Él estaba muy borracho y tenía que cruzar el puente, entonces se fue tambaleando hasta que cayó y se fue hacia el río pero de repente sintió que lo jaló algo de su camisa, lo levantó y lo llevó arrastrando hasta el otro lado del puente. Dice él que vio un perro enorme y de color blanco que lo iba jalando; cuando llegó a la otra orilla, se apoyó de él para levantarse y cuando pudo ponerse bien, quiso voltear a ver al perro, pero ya había desaparecido, se olvidó de él y siguió cambiando hasta que llegó a su casa y se fue a dormir, sin tomarle importancia a lo que le pasó.


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