jueves, 12 de marzo de 2015


CERRO DE LAS CAMPANAS

Mi abuelo vivía en un pueblo llamado Cuateconsingo, municipio del estado de Guerrero, en ese pueblo estaba una capilla que tenía dos campanas hechas de oro puro, habían sido donadas al templo por una señora llamada María Sahualsen; como había una muy buena relación con mi abuelito, le dijo que él era la persona elegida para hacerse cargo de la limpieza del templo y vigilar que las campanas estuvieran en perfectas condiciones.
Un día mi abuelito fue a realizar sus labores, cuenta que como estaba muy entretenido con la hojarasca, no sintió cómo el tiempo pasó cuando de repente, observó que llegó al pueblo un grupo de personas extrañas que se dirigieron a las campanas, pero ellos no se percataron que él estaba cerca. Las personas, al ver que mi abuelo se encontraba ahí, se hicieron los despistados, le pidieron un poco de agua y comida.
Él, al ver que no era gente maligna, se compadeció de ellos llevándolos a su hogar, para así proporcionarles lo que necesitaban. En el transcurso de las horas le dijeron que si se podían hospedar ahí para no pasar fríos y poder descansar un poco.
El aceptó, sin saber lo que ocurriría a media noche. Como terminó agotadísimo, se quedó profundamente dormido que ni cuenta se dio a qué horas los desconocidos se habían marchado.
Al día siguiente se dio cuenta que las personas ya no se encontraban, entonces, preocupado, corrió a la capilla para checar si todo estaba en orden. Pero grande fue su sorpresa al darse cuenta que faltaban las campanas. Corrió a informarle a todos, como era una comunidad organizada pero más que nada, unida, con armas, fueron en busca de los maleantes, siguiendo las evidencias que habían dejado fueron hacia una peña que tiene una grieta. Ahí estaban las dos campanas y las personas que las habían robado.
Al ver eso, corrieron a detenerlos, cuando de repente observaron que las campanas se empezaron a elevar hacia la peña quedando encantadas, se asombraron tanto que ya ni de los maleantes se acordaron. Las campanas se quedaron para siempre encantadas y cada vez que es año nuevo, repican. Sólo el que tiene suerte las logra escuchar. Y es por eso que el cerro se llamó el Cerro de las Campanas.

María de la Luz Romano García

2B



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