CERRO DE LAS CAMPANAS
Mi abuelo vivía
en un pueblo llamado Cuateconsingo, municipio del estado de Guerrero, en ese
pueblo estaba una capilla que tenía dos campanas hechas de oro puro, habían
sido donadas al templo por una señora llamada María Sahualsen; como había una
muy buena relación con mi abuelito, le dijo que él era la persona elegida para
hacerse cargo de la limpieza del templo y vigilar que las campanas estuvieran
en perfectas condiciones.
Un día mi
abuelito fue a realizar sus labores, cuenta que como estaba muy entretenido con
la hojarasca, no sintió cómo el tiempo pasó cuando de repente, observó que llegó
al pueblo un grupo de personas extrañas que se dirigieron a las campanas, pero
ellos no se percataron que él estaba cerca. Las personas, al ver que mi abuelo
se encontraba ahí, se hicieron los despistados, le pidieron un poco de agua y
comida.
Él, al ver
que no era gente maligna, se compadeció de ellos llevándolos a su hogar, para así
proporcionarles lo que necesitaban. En el transcurso de las horas le dijeron
que si se podían hospedar ahí para no pasar fríos y poder descansar un poco.
El aceptó, sin
saber lo que ocurriría a media noche. Como terminó agotadísimo, se quedó
profundamente dormido que ni cuenta se dio a qué horas los desconocidos se
habían marchado.
Al día
siguiente se dio cuenta que las personas ya no se encontraban, entonces,
preocupado, corrió a la capilla para checar si todo estaba en orden. Pero
grande fue su sorpresa al darse cuenta que faltaban las campanas. Corrió a informarle
a todos, como era una comunidad organizada pero más que nada, unida, con armas,
fueron en busca de los maleantes, siguiendo las evidencias que habían dejado fueron
hacia una peña que tiene una grieta. Ahí estaban las dos campanas y las
personas que las habían robado.
Al ver eso,
corrieron a detenerlos, cuando de repente observaron que las campanas se
empezaron a elevar hacia la peña quedando encantadas, se asombraron tanto que
ya ni de los maleantes se acordaron. Las campanas se quedaron para siempre
encantadas y cada vez que es año nuevo, repican. Sólo el que tiene suerte las
logra escuchar. Y es por eso que el cerro se llamó el Cerro de las Campanas.
María
de la Luz Romano García
2B
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