LA CITA Y LA DUDA
Todo
era tan confuso, como un día de otoño donde las hojas caen a mis pies, sin
sentido y sin razón alguna. Me disponía a arreglarme como cada mañana, para
estar listo cuando pasara el transporte por mí, para ir al trabajo como todos
los días, pero ese día no pasaba, así que me dispuse a tomar mis cosas para
irme caminado. El camino era largo y suficiente para pensar.
Caminando
por la calle sin ruido alguno, me puse a pensar y analizar las cosas que habían
sucedido una noche antes, ya que daban vueltas sin cesar en mi cabeza, haciendo
que me sintiera culpable.
A
lo lejos veía una silueta, que me hacía recordar a esa mujer que había conocido
aquella noche, cuyo nombre no recordaba en ese momento, me acerqué a ella, pero
me di cuenta que solo era una ilusión de tanto pensar en ella y en lo que había
sucedido, así que disimulé y me retiré de aquel lugar.
En
el largo camino al trabajo empecé a buscar soluciones a todos los males que me
agobiaban, pero decidí cerrar mis ojos y pensar en las pocas cosas buenas que
había pasado en toda mi vida,. Recordé aquella frase que me conmovía el alma,
la cual podría calmar aquellos pensamientos turbios, así que empecé a repetirla
durante varios segundos.
“Adiós pasado,
me voy al futuro,
donde no te llevaré...”
Esa
frase calmó mis pensamientos así que decidí tomar nuevamente mi rumbo. Durante
el resto del camino no pensé en nada, mi mente se quedó en blanco, lo cual era
raro en mí.
Llegando
al trabajo me dispuse a sentarme frente a mi escritorio y empezar a escribir sobre
lo que había pasado en el mundo -era un escritor de uno de los periódicos más
importantes en el país- así que a mi mente empezaron a regresar todos los
recuerdo que me agobiaban. No podía escribir, mis pensamientos interrumpían las
notas, así que me dispuse a escribir sobre lo que me había pasado, al final
cada quien cuenta su historia disfrazada de lo ajeno.
Estaba
leyendo mi libro favorito “Te quedas”, cuando recibí un correo de mi ex esposa,
donde me expresaba los deseos de volver a verme, así que le llamé por teléfono
para platicar un rato con ella, de tanto platicar y platicar cometí una
indiscreción y la invité a cenar, ella, sin pensarlo, aceptó.
El
día de la cena llegó, yo me sentía como si fuera la primera cita, camino a
recogerla, por mi mente pasaron los bellos momentos que me hizo pasar y que
hicieron que me enamorara de ella perdidamente.
Cuando
llegué, toqué a su puerta, ella lucía despampanante, como nunca la había visto
-llevaba puesto aquel vestido azul que yo le había regalado en nuestro último
aniversario- ella me invitó a pasar mientras se terminaba de arreglar, así que
pasé, me puse cómodo en un sillón que estaba frente a la ventana, la cual
recordaba con gran agrado ya que sucedieron varias cosas de las cuales no me
arrepiento.
Ella
bajó y consigo, la hora de irnos; subió a mi carro al igual que yo lo hacía,
íbamos rumbo al restaurante cuando ella se quedó mirándome con gran agrado, y
con ello una pregunta salió de sus hermosos labios.
-¿Cómo
has estado? -Con voz nerviosa.
-Muy
bien, debo confesar que me he puesto nervioso por la cena - Exclamé.
Esas
fueron las únicas palabras que cruzamos en el transcurso de su casa al
restaurante. Todo era tan raro.
Al
llegar al restauran nos sentamos y nos atendieron, así que no demoraron mucho para
servirnos, yo pedí lo habitual ya que seguido iba al restaurante mientras que
ella no se decidía. Cuando al fin se decidió, empezamos a platicar sobre lo que
había pasado en esos años separados.
Después
de contarnos nuestras anécdotas y de terminar de cenar yo la invité a mi casa.
Parece que aceptó con gusto -hasta ese momento todo era como miel sobre
hojuelas-, al llegar a mi casa la invité a pasar y que se pusiera cómoda
mientras traía algo para tomar, sentía ese nervio de la primera vez que pisó mi
apartamento, como si estuviera con una extraña pero a la vez conocida, que
decidía en uno de aquellos arranques, invitarla a casa.
Esa
noche hacía el frío de dos otoños juntos, así que le ofrecí un suéter para que
abrigara aquella historia, calidez que agradeció, prendí el aire acondicionado
para ofrecer un sitio más acogedor, como si quisiera recordar el calor de un
hogar en una sola habitación. Ella prendió la radio, no sé si quería romper el
silencio o poner le letras al instante, para luego recordar.
Yo
quería un rato de silencio en lugar de la radio, así que podría decirse que lo
que sucedió fue culpa suya. Ella quería un rato de abrazos en lugar de aire
acondicionado. Pero en realidad debería decirse que fue una combinación entre
ella y yo, así que como si quisiéramos evitar la razón de un adulto, dejamos
que las copas tomarán en lugar de nuestra conciencia y en un inesperado final
me dijo:
“Me
voy,
te
quedas,
dos
otoños”.
OBJETIVO
DEL TRABAJO: Realización de un cuento a partir de un Haikú.
ESTUDIANTE:
José Salvador Zúñiga Morales
GRADO
Y GRUPO: 3 año grupo C
MATERIA:
Literatura I