LA CASUALIDAD DEL
DESTINO
Alonso Ortiz
Hernández
¡Tonto! Se me olvidó el material,
ya es la una de la tarde y en diez minutos entraré a la escuela. Lo que olvidé fue
un papel bond, hojas de color y por si fuera poco, también una cartulina; tengo
que aceptar que a veces mi memoria no tiene buena eficiencia. También hay que
darle crédito a las horas de la mañana en las que pasé viendo televisión,
comienzo a creer que todo lo que dicen de la televisión es verdad, que te afecta tu cerebro porque impide que se desarrolle
adecuadamente y en especial el sentido de la vista.
Maldición, en lo que pienso ya
es la una con cinco minutos, podría correr a toda prisa e ir por el material o podría
quedarme en la escuela y recibir un regaño de mi tutora o bien decidir no
entrar definitivamente a la institución; pero tampoco podría faltar, al ser
siete materias, tendría siete faltas en un solo día.
Ni modo, dejaré que el destino
me ayude, dicen algunos que existe el “karma”, es decir, realizas una buena acción
y el favor se te será devuelto o también puede ser lo contrario. Esto me hizo
pensar en no ir por el material, porque, ayer en la mañana ayudé a mamá a
trapear y lavar trastes, en mi pensamiento esa acción circulaba como una buena
acción, por lo que el favor se me sería devuelto.
Por fin decidí correr hacia la puerta de la
escuela cuando de pronto escuché una voz que gritó ¡A dónde vas! sin querer mis
piernas presintieron el castigo y como por arte de magia, se detuvieron.
Haciendo un gesto de inconformidad di vuela lentamente, era la maestra de tecnología
y mi respuesta a su pregunta fue ¿Qué? ¿Qué a dónde vas? Me repitió, le
expliqué que tenía que salir a comprar lo que la maestra de español me pidió;
como si a ella no le hubiera importado solo contesto ¡No!
Al fin tocaron para entrar a
clases, agachado y angustiado regresé al patio de la escuela, luego entré al
salón y dije en silencio “ni modo, se lo dejaré al destino”.
Pasó la primera hora, luego la
segunda, la tercera y la cuarta, posteriormente, receso y en lugar de
preocuparme aún más, me fui a jugar futbol con mis compañeros; fueron treinta
minutos sin preocupaciones ni ansiedades. Al fin la clase de español llegó la
maestra, entró como siempre sin decir ni una sola palabra y comentó “lo siento
chicos no podremos llevar a cabo la actividad programada, tengo que salir de
inmediato por un compromiso el prefecto los va a cuidar y mañana su material
sin falta por favor”.
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