viernes, 3 de octubre de 2014

LA CASUALIDAD DEL DESTINO
Alonso Ortiz Hernández

¡Tonto! Se me olvidó el material, ya es la una de la tarde y en diez minutos entraré a la escuela. Lo que olvidé fue un papel bond, hojas de color y por si fuera poco, también una cartulina; tengo que aceptar que a veces mi memoria no tiene buena eficiencia. También hay que darle crédito a las horas de la mañana en las que pasé viendo televisión, comienzo a creer que todo lo que dicen de la televisión es verdad, que te  afecta tu cerebro porque impide que se desarrolle adecuadamente y en especial el sentido de la vista.
Maldición, en lo que pienso ya es la una con cinco minutos, podría correr a toda prisa e ir por el material o podría quedarme en la escuela y recibir un regaño de mi tutora o bien decidir no entrar definitivamente a la institución; pero tampoco podría faltar, al ser siete materias, tendría siete faltas en un solo día.
Ni modo, dejaré que el destino me ayude, dicen algunos que existe el “karma”, es decir, realizas una buena acción y el favor se te será devuelto o también puede ser lo contrario. Esto me hizo pensar en no ir por el material, porque, ayer en la mañana ayudé a mamá a trapear y lavar trastes, en mi pensamiento esa acción circulaba como una buena acción, por lo que el favor se me sería devuelto.
 Por fin decidí correr hacia la puerta de la escuela cuando de pronto escuché una voz que gritó ¡A dónde vas! sin querer mis piernas presintieron el castigo y como por arte de magia, se detuvieron. Haciendo un gesto de inconformidad di vuela lentamente, era la maestra de tecnología y mi respuesta a su pregunta fue ¿Qué? ¿Qué a dónde vas? Me repitió, le expliqué que tenía que salir a comprar lo que la maestra de español me pidió; como si a ella no le hubiera importado solo contesto ¡No!
Al fin tocaron para entrar a clases, agachado y angustiado regresé al patio de la escuela, luego entré al salón y dije en silencio “ni modo, se lo dejaré al destino”.
Pasó la primera hora, luego la segunda, la tercera y la cuarta, posteriormente, receso y en lugar de preocuparme aún más, me fui a jugar futbol con mis compañeros; fueron treinta minutos sin preocupaciones ni ansiedades. Al fin la clase de español llegó la maestra, entró como siempre sin decir ni una sola palabra y comentó “lo siento chicos no podremos llevar a cabo la actividad programada, tengo que salir de inmediato por un compromiso el prefecto los va a cuidar y mañana su material sin falta por favor”.     


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