sábado, 4 de octubre de 2014

LA CITA Y LA DUDA

Todo era tan confuso, como un día de otoño donde las hojas caen a mis pies, sin sentido y sin razón alguna. Me disponía a arreglarme como cada mañana, para estar listo cuando pasara el transporte por mí, para ir al trabajo como todos los días, pero ese día no pasaba, así que me dispuse a tomar mis cosas para irme caminado. El camino era largo y suficiente para pensar.
Caminando por la calle sin ruido alguno, me puse a pensar y analizar las cosas que habían sucedido una noche antes, ya que daban vueltas sin cesar en mi cabeza, haciendo que me sintiera culpable.
A lo lejos veía una silueta, que me hacía recordar a esa mujer que había conocido aquella noche, cuyo nombre no recordaba en ese momento, me acerqué a ella, pero me di cuenta que solo era una ilusión de tanto pensar en ella y en lo que había sucedido, así que disimulé y me retiré de aquel lugar.
En el largo camino al trabajo empecé a buscar soluciones a todos los males que me agobiaban, pero decidí cerrar mis ojos y pensar en las pocas cosas buenas que había pasado en toda mi vida,. Recordé aquella frase que me conmovía el alma, la cual podría calmar aquellos pensamientos turbios, así que empecé a repetirla durante varios segundos.

“Adiós pasado,
me voy al futuro,
donde no te llevaré...”

Esa frase calmó mis pensamientos así que decidí tomar nuevamente mi rumbo. Durante el resto del camino no pensé en nada, mi mente se quedó en blanco, lo cual era raro en mí.
Llegando al trabajo me dispuse a sentarme frente a mi escritorio y empezar a escribir sobre lo que había pasado en el mundo -era un escritor de uno de los periódicos más importantes en el país- así que a mi mente empezaron a regresar todos los recuerdo que me agobiaban. No podía escribir, mis pensamientos interrumpían las notas, así que me dispuse a escribir sobre lo que me había pasado, al final cada quien cuenta su historia disfrazada de lo ajeno.
Estaba leyendo mi libro favorito “Te quedas”, cuando recibí un correo de mi ex esposa, donde me expresaba los deseos de volver a verme, así que le llamé por teléfono para platicar un rato con ella, de tanto platicar y platicar cometí una indiscreción y la invité a cenar, ella, sin pensarlo, aceptó.
El día de la cena llegó, yo me sentía como si fuera la primera cita, camino a recogerla, por mi mente pasaron los bellos momentos que me hizo pasar y que hicieron que me enamorara de ella perdidamente.
Cuando llegué, toqué a su puerta, ella lucía despampanante, como nunca la había visto -llevaba puesto aquel vestido azul que yo le había regalado en nuestro último aniversario- ella me invitó a pasar mientras se terminaba de arreglar, así que pasé, me puse cómodo en un sillón que estaba frente a la ventana, la cual recordaba con gran agrado ya que sucedieron varias cosas de las cuales no me arrepiento.
Ella bajó y consigo, la hora de irnos; subió a mi carro al igual que yo lo hacía, íbamos rumbo al restaurante cuando ella se quedó mirándome con gran agrado, y con ello una pregunta salió de sus hermosos labios.
-¿Cómo has estado? -Con voz nerviosa.
-Muy bien, debo confesar que me he puesto nervioso por la cena - Exclamé.
Esas fueron las únicas palabras que cruzamos en el transcurso de su casa al restaurante.  Todo era tan raro.
Al llegar al restauran nos sentamos y nos atendieron, así que no demoraron mucho para servirnos, yo pedí lo habitual ya que seguido iba al restaurante mientras que ella no se decidía. Cuando al fin se decidió, empezamos a platicar sobre lo que había pasado en esos años separados.
Después de contarnos nuestras anécdotas y de terminar de cenar yo la invité a mi casa. Parece que aceptó con gusto -hasta ese momento todo era como miel sobre hojuelas-, al llegar a mi casa la invité a pasar y que se pusiera cómoda mientras traía algo para tomar, sentía ese nervio de la primera vez que pisó mi apartamento, como si estuviera con una extraña pero a la vez conocida, que decidía en uno de aquellos arranques, invitarla a casa.
Esa noche hacía el frío de dos otoños juntos, así que le ofrecí un suéter para que abrigara aquella historia, calidez que agradeció, prendí el aire acondicionado para ofrecer un sitio más acogedor, como si quisiera recordar el calor de un hogar en una sola habitación. Ella prendió la radio, no sé si quería romper el silencio o poner le letras al instante, para luego recordar.
Yo quería un rato de silencio en lugar de la radio, así que podría decirse que lo que sucedió fue culpa suya. Ella quería un rato de abrazos en lugar de aire acondicionado. Pero en realidad debería decirse que fue una combinación entre ella y yo, así que como si quisiéramos evitar la razón de un adulto, dejamos que las copas tomarán en lugar de nuestra conciencia y en un inesperado final me dijo:
“Me voy,
te quedas,
dos otoños”.

OBJETIVO DEL TRABAJO: Realización de un cuento a partir de un Haikú.
ESTUDIANTE: José Salvador Zúñiga Morales
GRADO Y GRUPO: 3 año grupo C
MATERIA: Literatura I


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